¿Por qué debemos llamar al nuestro: “Continente Andino" y/o
“Andinia”?
¡¡JALLALLA ANDINIA
LIBRE Y SOBERANA!!
Por : Javier
Lajo
La palabra “Andino”, deviene del
vocablo que nombra la cordillera de “Los
Andes” y esta a su vez proviene de “los antis” que son los habitantes del “Antisuyu”, que es una de las cuatro zonas o
regiones en que estaba repartido el territorio de la Confederación Inka.
Se sabe que Lima, como la capital
del Virreinato del Perú, fue una ciudad amurallada para protegerla frente al acoso
militar de las huestes guerreras de los Inkas que luego de la invasión y
ocupación en los siglos XVI y XVII principalmente, se rebelaron a lo largo y
ancho de la cordillera, desde donde “bajaban” fieramente a combatir al invasor
español. Ante estas incursiones y ataques, no solo en Lima sino en el Cusco y
en otros fortines-ciudades que los españoles fundaron en la costa, sierra y
selva de lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú y Chile, la alarma era: ¡Ahí
vienen los indios de los Antis!, por decir los “salvajes”, los “selvícolas” y
finalmente los “Chunchos” que denota la actitud de un “indio” guerrero,
rebelde, huraño, osco, “chusco”, “chúcaro”, en pocas palabras un “anti” es un
indio indomable, invencible; tal como lo fue Juan Santos Atawallpa, Inka rebelde, de la selva y sierra central del
Perú, que combatió toda su vida y “nunca fue derrotado”. Todo eso encierra y
quiere decir “Los Antis” la raíz que ha
generado el concepto de “los Andes”. Es decir la actitud de “resistencia
invencible” generada en este continente que fue moldeando el sagrado nombre de
los guerreros del Antisuyu, que reiteramos, es donde deriva el nombre de la
cordillera de Los Andes, que es el nombre de aquel macizo de montañas que
constituyen la columna vertebral de todo el continente.
Pero no solo es la actitud del guerrero
militante que se opone hasta hoy a la feroz agresión contraria, invasiva y
genocida, que significa la permanente actitud colonizadora de occidente que
irrumpe, invade y ocupa territorios continentales, en la forma por ejemplo de
empresas transnacionales mineras de “tajo abierto” y que destruyen cabeceras de
cuenca dejando un forado de varios
kilómetros de ancho y de profundidad. Es también un cúmulo de argumentos y
razones por lo que deberíamos llamar
“Continente Andino” o simplemente “Andinia”, desde hoy con más exigencia
a nuestro continente mal llamado “América” por los colonizadores, porque es un
continente que resiste a la ocupación, al avasallamiento, que resiste
secularmente a la “conquista”. Y porque
un colonizador no tiene ningún derecho a ponerle nombre a la tierra que invade
y ocupa por la fuerza y el exterminio, nada más contrario e ilegítimo de esta
acción criminal y anti-humana.
La tradición nos habla también del “Anti” como
el sol en el naciente, de “Inti” como el sol en el cenit y “Kunti” como el sol
en el poniente; correspondientemente la toponimia del total de nuestro
continente, significaría el continente del sol en el naciente.
Es la mejor y más relevante “toponimia”
(antis: andes: Andino), la espina dorsal del continente o el accidente
geográfico más relevante que condiciona y explica el resto del territorio
continental, que por el oeste hace descender sus ríos, irrigando los valles
occidentales de los Andes con la abundante agua que aflora en miles de
glaciares andinos o Apus, que crean y forjan a su vez los miles de ríos y
vertientes orientales que surten el agua que formará la “Amazonía” (que es un
vocablo igualmente infeliz, creado por los
colonialistas y que debemos cambiar; porque, ¿qué tienen que hacer
aquellas jinetas a caballo que combatiera el griego Hércules?), selvas en
muchos casos vírgenes que guardan la mayor reserva de agua del planeta y cuyos
territorios desde sus orígenes, conforman la mayor cuenca hidrográfica en el
mundo, con un volumen de agua impresionante; igualmente sucede con el Río de la
Plata, y un tanto menos las cuencas del Orinoco y el Paraná, sus principales
afluentes tributarios surgen y bajan principalmente, desde el macizo andino.
También podemos invocar a nuestros hermanos de la mal llamada “amazonía” para
que trabajen y recuperen el verdadero nombre del río que el colonialismo le
llama “Amazonas”. La historia registra la crónica del cura Gaspar de Carbajal
capellán que acompañó a la expedición que en 1541 encabezaron Gonzalo Pizarro y
Francisco de Orellana, por el río “Parawanaz” o “Parawanazú”, en la búsqueda
del mítico reino del “Dorado”, crónica escrita por este cura dominico que llama
al gran río por su nombre verdadero: Parawanazú.
Es pues la extensión geográfica, otro de los
argumentos que suman a nuestro propósito, de llamar a las cosas por su nombre,
ya que la “Cordillera Matriz Andina” va desde la Patagonia hasta Alaska.
Estrechándose y sumergiéndose en el estrecho o istmo de Panamá y surgiendo
luego otra vez poderosa, en las cordilleras de lo hasta hoy llamado “Centro-América”, que dan forma a los
volcanes que son la viga maestra del territorio de Panamá, pasando por Costa
Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala, complejizándose luego en México, Estados
Unidos, Canadá y finalmente Alaska, territorios donde le cambian de nombre.
Los Andes tienen pues una influencia matriz y
condicionante de sus glaciares, montañas, valles y planicies tanto de sus
vertientes orientales hacia el Este -que
gustaron y supieron ocupar los europeos y sus “críos” descendientes, comúnmente
llamados criollos- y también la cordillera Andina es la matriz de los valles y
planicies “occidentales” que bajan al Atlántico por el oeste para formar la
selva hoy llamada “ilegítimamente”: Amazónica. Es también el contrafuerte
andino el que formando una muralla impide que las nubes cargadas de agua pasen
al mar del Pacífico, obligándolas a descargar sus aguas en las miles de cuencas
que bajan al llano amazónico o aguas fluviales que cayendo en la selva alta de
los Andes, baja luego por los innumerables ríos hacia la “amazonía”. Cabe aquí
también referirse y explicar que nuestro río “Parawanazú”, nace en una de las
quebradas o cuenca del nevado Kiwisha, del distrito de Lari, provincia de Caylloma,
Región Arequipa del sur-andino, territorio del ancestral y milenario pueblo
Puquina, siendo el río más largo (con 7,062 Kms) y más caudaloso del mundo, con
un volumen de agua mayor que los de los ríos Nilo, Yangtse y Misisipi juntos.
Otro argumento importante es que la evolución
socioeconómica de los pueblos originarios del continente se produjo en Los
Andes, la suficiente agricultura y ganadería que potenció y produjo la
mega-diversidad agropecuaria de todo el planeta. Así, los primeros cultivos en el
mundo, que fueron el zapallo loche o “Nachoc”, domesticado entre Cajamarca y
Lambayeque del norte peruano, con 10 mil
años de antigüedad, mucho antes que el trigo cultivado en el “creciente fértil”
(Medio Oriente). (Ver Jared Diamond; “Armas, Gérmenes y Acero”- Premio
Pulitzer, 2007. Edit. Debolsillo), para hablar de un ejemplo nomás, porque la
lista de germoplasma que la domesticación de cultivos en Los Andes han otorgado
al planeta, es muy larga, pues de los alimentos más comunes, al menos 200 son
del continente Andino, como la papa, el
tomate, la calabaza, los frijoles y el cacao; y el 90% de las calorías que alimentan el mundo
procede de un pequeño número de plantas, entre los que figuran como más
importantes el maíz, y la papa.
El concepto de “lo andino”, es pues, el
continente que defiende la vida, porque
en nuestro continente Andino todo se opone a la muerte, nuestros pueblos
son la defensa humana a la depredación ecológica y al exterminio a la que nos ha llevado la aventura
colonialista europea occidental que se inicia en el siglo XV y que en solo 10
años (1492-1595) exterminó a la mitad de la humanidad en Asia, África, Andinia y Oceanía, y cuyos
“logros” y resultados han intentado inútilmente globalizarse, encontrando su
límite de contención o “frontera” invencible en el continente Andino. Y sobre
todo, “lo andino” significa lo producido y aportado por nuestro continente, al
resto del mundo para que sobreviva la vida –valga la redundancia-.
"Andinia" o continente “Andino”,
además no solo es un vocablo, sino que ahora
es un “concepto” que pertenece a la herencia resistente de la gran
Confederación del Tawantinsuyu, que implica hoy en día a más de 20 millones de
habitantes de múltiples y diferentes etnias. Y nos podemos preguntar ¿Por qué
hasta el día de hoy no se conocían estas poblaciones de Pueblos tan poderosos
como resistentes a la colonización? Pues la respuesta es obvia, los mecanismos
que supo implantar el colonialismo desde el siglo XV han sido y siguen siendo
tan fuertes, cruentos y voraces, que
hacen aparecer estos nuestros pueblos poderosos, como poblaciones
insignificantes, nimios, débiles mentales, carentes de filosofía, ciencia y
tecnología e incapaces de ganarle a la guerra de exterminio iniciada por el
colonialismo y la invasión de 1492. Ojo…
y a esto suma implicarnos a todos con el nombre título y/o gentilicio de un
pequeño pueblo como es el pueblo Kuna. Claro que esto no implica en absoluto,
desmerecer ni mucho menos despreciar al pueblo Kuna.
Los Andes pues constituyen muchos millones de
habitantes de pueblos que resisten en múltiples formas políticas, culturales,
económicas y religiosas a la ocupación y depredación occidental. Valga el
magnífico ejemplo que nos da la movilización espiritualista o peregrinación más
grande del planeta, que es la “marcha del gran poder” del Koyllu Ritti donde
más de 100,000 hermanos “antis”, se reúnen cada año en el plenilunio del mes de
Junio en la quebrada de Sinakara en la cordillera del Ausangate en las alturas
del Cusco para celebrar este rito y peregrinación y culto del “Taytanchis”
Koyllu Ritti, cuyo significado literal es “Estrella de la Nieve” y que nos
faltaría papel para explicar su significado hermético.
Entre los intelectuales y público en general
se usa ya comúnmente el vocablo “Mundo andino” para referirse no solo al
espacio geográfico sino a los pueblos que lo habitan, siendo su característica
principal de este mundo “la reciprocidad” del runa –ser humano- con la
“Pachamama” –o naturaleza-, relación de equilibrio mutuo que provoca la
complementariedad, como sustento de la convivencia humanos–naturaleza.
Estos argumentos nos dan buenas razones del
por qué le llamamos a nuestro continente "Andino" o
"Andinia" y no atarnos a un vocablo de la lengua Kuna que integra
junto con unos 15 dialectos el idioma
“Chibcha”, con el que por una propuesta sorpresiva y sin mayor argumentación se
nos quiere llamar a todos desde este dialecto con el gentilicio de
“Abyayaleños”, que rigurosamente tendrían los siguientes significados: Los
“Tierraleños en edad fértil” o “terrestres maduros”, o “Tierranos abundantes”,
o “Tierraleños ensangrentados” o “Tierreños fértiles”… etc”, significados que a
su vez están también contenidos en los cientos de lenguas alternativas del
continente y que no se justifica ni mucho menos que tengamos que dar
preferencia a un vocablo del pueblo Kuna. Repito “pequeño” –no por
despreciarlo- sino en relación numérica a otros pueblos que como el pueblo
Quechua, de cuyo idioma proviene el vocablo y concepto de “Los Andes”, está integrado en la actualidad por más de 10 millones de
habitantes, solo en el Perú, según datos del Banco Mundial, imaginamos que este
Banco de los ricos puede asignar otra cantidad similar a los quechuas de
Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile… cifra que ya resulta increíble
para todos aquellos que “invisibilizan” y menosprecian al poderoso y resistente
pueblo Quechua, legítimo heredero de la Confederación del Tawantinsuyu. Y aquí vale hacer la referencia de lo que es
también “arma eficaz” del colonialismo,
el seguir llamando al Tawantinsuyu: Imperio, y no como lo reafirmó y argumentó,
nuestra célebre historiadora María Rostoworoski, que Tawantinsuyu significa
Confederación. Es ocioso continuar este
debate sobre sí fue un “Imperio” o fue
una Confederación.
En conclusión, tampoco se justifica que el
continente lleve el nombre de “Abya Yala” porque “fue por allí que
desembarcaron los invasores europeos”, esto argumenta que por el contrario ese
lugar debería ser de “abominable recordación”.
Concluyendo finalmente diremos que, lejos de
significados confusos e intrascendentes, como los que se derivan de un vocablo
–Abya Yala- de uno de los 15 dialectos “Chibcha”, que es el dialecto Kuna (le
llamamos así por rigurosidad lingüística y no por desmerecer esta ramificación
de la compleja y múltiple lengua Chibcha) que de asumirla como nombre del
continente nos llevaría a significados gentilicios tan curiosos como difusos
tal como están reseñados líneas arriba (“Tierralenses ensangrentados”… y otros
menos curiosos). En cambio nuestro
gentilicio originado en el quechua
continental: “Andino”, nos otorga legítimamente un gentilicio que nos da un
significado noble y sustancioso frente a la predadora globalización occidental,
como pueblos e individuos “resistentes”,
“indomables”, “invencibles”, “anti”-colonialistas etc. a los habitantes del
Continente Andino. Concepto y gentilicio inequívoco para pueblos de un
continente que se ha negado a morir y más aún, pueblos que representan y
proponen hoy en día una alternativa de sistema de vida originario y
equilibrado: El Sumaq Kawsay, cuyo mejor significado es -si se trata de lucir
conceptualmente los vocablos- la “Espléndida Existencia”, o el Continente
Andino donde la “vida se produce, se cría y resiste en su plenitud”, o
simplemente donde sus pueblos poseen el
“arte de vivir bien”, “que es una
propuesta para todo el mundo, lejos de las etnias y las razas, para que la vida
no muera sobre el planeta, como producto de la depredación anti-vida que es el
colonial-capitalismo occidental, frente al que resiste invencible EL CONTINENTE
ANDINO.
Javier Lajo, Chuquiago Marka,
marzo del 2016